lunes, 3 de agosto de 2015

Diferencia Nº9


9.  Macroeconomía: Sanz y Macri coinciden en su rechazo a las extravagancias “heterodoxas” del gobierno, el Moreno-Kicillofismo. En el mundo, el 95% de los economistas se encuentran dentro de un arco que va desde la ortodoxia-neoclásica hasta el keynesianismo; Kicillof, por ejemplo, está fuera de ese arco. Dentro del arco más habitual, la ortodoxia cree que la principal función macroeconómica del Estado es "no molestar" a la economía, que por sí sola llega al pleno empleo, la estabilidad de precios (si la emisión de moneda es nula o limitada) y un tipo de cambio razonable; el keynesianismo -bien entendido- cree que el Estado tiene un rol importante para ayudar a la economía a llegar a esos equilibrios, empleando políticas fiscales, monetarias y de ingresos (tarifas, salarios).

Mientras que la macroeconomía que propone Macri es más cercana a la ortodoxia, la de Sanz es más cercana al keynesianismo: el Estado no debe limitarse a “no molestar” para un ciclo económico saludable, sino que debe conducir activamente al sector privado a una situación de pleno empleo con baja inflación y un tipo de cambio que no sea ni inflacionario ni recesivo; cree también que esas políticas macroeconómicas no siempre tienen que ser expansivas.

Tomemos por ejemplo el caso de la inflación y la política para combatirla. El kicillofismo es animista en las causas y voluntarista en las soluciones: cree que los empresarios son la causa de la suba de precios y los trabajadores de la acelaración salarial, y por lo tanto trata de limitar a ambos desde el Estado con Precios Cuidados o techos a las paritarias. No funciona. Para los economistas del PRO y de la UCR, empresarios y trabajadores son parte del mecanismo inflacionario, pero no la causa. Sin embargo, hay diferencias tanto en el diagnóstico de la causa como en la solución.

Los economistas del PRO en su mayoría tienden a creer que los problemas económicos de la Argentina tienen un origen fiscal. Tienden a pensar que la causa del fin de la convertibilidad fue la política de deficit fiscal y del mismo modo creen que la inflación se reavivó a partir de 2007 por un excesivo gasto público, en parte financiado con emisión. Asimismo, creen que para bajar la inflación es necesario un ajuste fiscal, en particular, una baja del gasto público, y que al corregir el déficit y emitir menos dinero (con un Banco Central independiente) se reduce la inflación.

Sanz tiene cuatro diferencias con esta visión. En primer lugar, cree que la inflación puede ocurrir por devaluaciones que no tienen que ver con el desequilibrio fiscal (como en Argentina 2003-2007) y que problemas como el griego o el de la Argentina en 2001 no son puramente fiscales, sino que también se deben a la incapacidad de la economía de ajustarse automáticamente ante impactos externos sin herramientas adecuadas de política económica. En segundo lugar, cree que reducir el gasto público no es una buena política en un contexto de estancamiento económico, y considera que la corrección del déficit debe venir por el lado del crecimiento y la consecuente suba de ingresos (Por motivos diferentes cree que sí deben corregirse gradualmente las distorsiones en los precios de la energía). En tercer lugar, cree que entre las alternativas de emisión monetaria, ajuste fiscal y deuda durante la transición al equilibrio de las cuentas públicas, la deuda es la menos indeseable. Finalmente, cree que la moderación monetaria y el Banco Central independiente son necesarios pero no suficientes para bajar la inflación, por la presencia de "inercia inflacionaria". Cree que un acuerdo entre Estado, empresarios y sindicatos para una moderación gradual en los aumentos de dólar, precios y salarios también son imprescindibles.